En las últimas décadas hemos tenido esa especie de ilusión de que los
químicos y las corporaciones son las que alimentan al mundo, pero lo que
realmente alimenta el mundo es la tierra, el sol, el agua, la fotosíntesis, los
insectos que polinizan los cultivos, los microorganismos que producen
nutrientes. En segundo lugar, somos las mujeres las que nutrimos ese mundo,
todavía el 70% de la comida procede de los pequeños agricultores. Eso es la
comida real, porque lo que llamamos comida y compramos en los
supermercados es realmente un producto vacío nutricionalmente, tóxico, no es
comida, y no está alimentando al mundo.
La comida ha dejado de ser una fuente de nutrientes y se ha convertido en
un producto, en algo con lo que se especula y se obtiene un beneficio
económico. La comida es el mayor problema de salud que hay en el mundo, y
también es el mayor problema para la salud del planeta. El 75% de las
enfermedades y problemas del planeta y de los problemas de salud de la
humanidad proceden de una agricultura globalizada e industrial. La gran
amenaza para el bienestar del planeta y la salud de sus habitantes es la
agricultura globalizada e industrial y la forma de producir, procesar y distribuir
los alimentos.
Todas las sustancias químicas utilizadas en la industria de la agricultura
provienen de la industria de la guerra. Así que yo no estoy contra el progreso,
sino contra los “cárteles del veneno”, que son las grandes corporaciones que nos
roban las semillas.
La agricultura industrial nos ha bloqueado la mente y nos ha creado la
falsa idea de que solo se pueden cultivar y producir monocultivos en grandes
instalaciones, con modelos intensivos, con uso continuo de química, en vez de
granjas y huertos pequeños, y que son imposibles las actividades agrícolas en las
ciudades. Los alimentos pueden crecer en cualquier lugar donde haya luz del sol
que ayude a la fotosíntesis. Las semillas pueden plantarse en terrazas, en
azoteas, en escuelas o comunidades de vecinos. Cultivar alimentos sanos debería
ser el mayor compromiso como ciudadanos para regenerar el planeta, nuestra
salud y nuestra humanidad.

EXORDIO
En el mes de Abril de 2017, Naturaleza de Derechos, accedió a los controles sobre
frutas, verduras y hortalizas realizados por el SENASA, Servicio Nacional de Sanidad Vegetal y
Calidad Agroalimentaria, entre los años 2011 y 2016.
Tal como se informó en su momento, los resultados de los controles indican la
situación de riesgo de daño alimentario en la que se encuentra la argentina, por la altísima
presencia de agrotóxicos en casi todos los productos alimenticios de consumo directo, o de
materias primas esenciales, como el maíz, trigo y girasol.
Estamos hablando de residuos químicos que son incorporados diariamente al
organismo humano, sobre los cuales la ciencia digna e independiente ha señalado que una
exposición crónica a los mismos, representa una situación de riesgo grave para la salud
humana, dado que en razón de evidencias claras, han sido caracterizados y hasta
determinados, sin objeciones científicas y/o académicas, como agentes cancerígenos,
disruptores endocrinos, genotóxicos, mutagénicos Y teratogénicos.
Casi la totalidad del sistema agroalimentario argentino, está sometido al modelo
productivo impuesto por el Agronegocio, con la aquiescencia del poder político. La agro
industrialización a través de la incorporación de semillas modificadas genéticamente y el uso
masivo de agrotóxicos, tanto para los cultivos extensivos como los intensivos, no está sujeto a
una regulación legislativa en la Argentina.
Efectivamente, en la Argentina, no hay una ley nacional que regule el proceso de
registros, autorización y usos de los agrotóxicos, ya sea para su doméstico, línea jardín o en el
sistema agroalimentario. Tampoco hay una ley sobre bioseguridad y Organismos Vegetales
Genéticamente Modificados (OVGM).

 

QUE SON LOS DISRUPTORES ENDOCRINOS?
Los disruptores endocrinos son sustancias químicas capaces de alterar el sistema hormonal
(tanto en seres humanos como en animales), responsable de múltiples funciones vitales como el
crecimiento o al desarrollo sexual. Al imitar o alterar el efecto de las hormonas, los disruptores
endocrinos pueden enviar mensajes confusos al organismo ocasionando diversas disfunciones.
Las hormonas, son mediadoras que conectan un órgano mediante señales químicas. Estas
señales químicas pueden ser interferidas, aumentadas o disminuidas por otro compuesto químico que
utiliza o que se instala en su lugar. El problema es que hay consecuencias biológicas de esa
interferencia. Ya sea que el sistema hormonal se ve acentuado con mayor función o resulta que es
deficitario porque las sustancias químicas, los disruptores endocrinos en este caso, bloquean a la
actividad de las hormonas.
La investigación científica de la ciencia digna ha relacionado los disruptores endocrinos con un
amplio número de enfermedades:
1) Salud reproductiva femenina (Pubertad precoz, cáncer de mama, disminución de la
fecundidad/fertilidad).
2) Salud reproductiva masculina (Malformaciones en genitales de bebés, disminución de la
calidad del semen, cáncer de testículo y próstata).
3) Trastornos del metabolismo (obesidad, diabetes).
4) Problemas cardiovasculares.
5) Alteraciones y enfermedades neurológicas (Perturbaciones del desarrollo neurológico y
alteraciones conductuales, como Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, Autismo, etc, y
enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson).
En relación a los agrotóxicos no hay un disenso científico en cuanto a la determinación que
gran parte de los mismos son disruptores endocrinos.

A igual que los agentes cancerígenos, los disruptores endocrinos actúan a dosis muy bajas y
por bioacumulación, siendo indeterminable el umbral de daño para la salud humana. Se trata de una
contaminación silenciosa, un disruptor endocrino puede permanecer en el organismo activándose
mucho tiempo después. Asimismo su efectos pueden potenciarse por sinergia con otro disruptor
endocrino.
También es importante considerar la situación de las mujeres embarazadas, que constituye un
grupo de riesgo muy alto, frente a los disruptores endocrinos. Si la exposición a una alimentación que
contiene residuos de disruptores endocrinos, se produce durante los primeros estadios de la vida,
caracterizados por una rápida diferenciación celular y organogénesis se expone a estos grupos a
lesiones irreversibles, dando lugar a patologías o enfermedades que no se manifiestan hasta la infancia
o ya de adultos. Por ello, el embarazo, es una etapa de especial vulnerabilidad ante la exposición a
agrotóxicos considerados disruptores endocrinos, ya que el impacto puede ser irreparable. Lo mismo
sucede en relación a los niños, niñas y adolescentes.

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